En el vasto panorama del arte, la noción de originalidad es a menudo venerada como el sello supremo de la creatividad y el ingenio. Sin embargo, una exploración más profunda de algunas de las obras más emblemáticas de la historia revela que la originalidad trasciende la simple creación aislada, abrazando la complejidad de la influencia, la colaboración y la reinterpretación.
5 obras maestras originales. Para un mismo y a la vez distinto significado de la palabra 'original'
Desde los vibrantes campos de girasoles de Vincent Van Gogh hasta la enigmática sonrisa de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, y desde el misterioso busto de Nefertiti hasta la majestuosa Dama de Elche, cada obra maestra nos invita a reconsiderar qué significa ser original en el arte. Esta reflexión se profundiza aún más al contemplar la existencia de versiones paralelas o la sospecha de reinterpretaciones de piezas famosas, lo que añade una rica capa de diálogo entre el pasado y el presente, el maestro y el aprendiz, la tradición y la innovación.
En este artículo utilizamos 5 famosas obras de arte como ejemplos para explorar la noción de «originalidad», no únicamente en términos de autenticidad de una obra, sino también considerando cómo este término orienta nuestra percepción hacia la unicidad de un objeto. Profundizamos finalmente en cómo el concepto de original se entrelaza con el propósito inicial de la creación de la obra y si, en última instancia, se utilizó conforme a dicho fin.
Los Girasoles de Vicent Van Gogh
Las series de los Girasoles de Vincent Van Gogh ilustra magistralmente cómo la originalidad en el arte puede trascender la individualidad de una obra para abrazar un conjunto de creaciones interrelacionadas. Al adentrarnos en el estudio de los Girasoles, descubrimos no solo una serie (y por lo tanto un conjunto de varios elementos), sino dos series distintivas que capturan desde ángulos diferentes la efímera y radiante belleza de estas flores.
La primera, una colección menos conocida pero igualmente significativa, muestra los girasoles posados sobre una superficie plana, permitiéndonos apreciar el interés temprano de Van Gogh por estos motivos y su dedicación a explorar su estructura y textura sin adornos adicionales. Esta serie incluye cuatro piezas que destacan por su aproximación íntima y detallada al tema.
Por otro lado, la serie más famosa presenta los girasoles en jarrones, sumando un total de siete obras que no solo capturan la esencia vibrante de estas flores, sino que también reflejan el experimento de Van Gogh con elementos como la luz y el color para evocar variados estados anímicos y emocionales.
Estas pinturas, concebidas en Arlés entre 1888 y 1889, tenían como finalidad adornar el Estudio del Sur, donde Van Gogh anhelaba crear una comunidad artística junto a Paul Gauguin. La existencia de estas dos series resalta un aspecto crucial sobre la originalidad: se revela no solo en la singularidad de una obra, sino en la habilidad del artista para reimaginar y profundizar en un tema a través de múltiples creaciones.
Cada una de las pinturas de los Girasoles, independientemente de que presenten o no un jarrón, constituye una obra original en sí misma, ofreciendo una visión única de la creatividad de Van Gogh y su persistente búsqueda de nuevas formas de expresión. Este enfoque holístico hacia la serie completa nos permite apreciar la amplitud de su exploración artística y su compromiso con la innovación.
La Mona Lisa
La Mona Lisa de Leonardo da Vinci, resguardada en el Museo del Louvre, no solo es una de las obras más emblemáticas de la historia del arte por su enigmática sonrisa y técnica revolucionaria, sino que también se ha convertido en un símbolo de la originalidad y el genio artístico.
La existencia de una versión paralela en el Museo del Prado añade una dimensión fascinante al debate sobre la autoría y la originalidad en el arte. Esta «hermana» de la Mona Lisa, posiblemente creada en el taller de Leonardo por uno de sus aprendices más destacados, comparte muchas similitudes con la versión del Louvre, aunque difiere en aspectos del fondo y detalles menores, lo que refleja la práctica común del Renacimiento de aprender a través de la imitación y la colaboración en la creación de obras.
La presencia de la versión del Prado nos invita a reconsiderar lo que entendemos por originalidad, especialmente en un contexto renacentista caracterizado por el trabajo colaborativo y el aprendizaje a través de la replicación de las obras de los maestros. No dudamos de que la original es el cuadro expuesto en el Louvre, pero queremos poner de manifiesto cómo una «copia» puede ser también una obra maestra original. Lejos de restar valor a la Mona Lisa del Louvre, la existencia de esta otra versión subraya la riqueza del proceso creativo de Leonardo y su influencia en sus contemporáneos y sucesores.
Esta relación entre las dos obras pone de relieve la dificultad de definir la originalidad en un entorno donde la creación conjunta y la inspiración mutua son fundamentales, y nos recuerda la importancia de valorar tanto el producto final como el proceso artístico que lo hizo posible.
También tengamos en cuenta que en este caso la copia no se pintó con la intención de engañar a nadie y no se intentó simular la técnica y la capacidad artística de otra persona.
El busto de Nefertiti
El Busto de Nefertiti, alojado en el Neues Museum de Berlín y datado aproximadamente en el año 1345 a.e.c., es una pieza icónica del arte egipcio que ha generado debates sobre su autenticidad, impulsados por su extraordinaria preservación y características que algunos consideran atípicas para su época. Frente a estas dudas, investigaciones detalladas utilizando metodologías modernas como la tomografía computarizada y el análisis de pigmentos han reforzado la autenticidad del busto, alineando las técnicas y materiales descubiertos con aquellos conocidos del período amarniense. La historia de su descubrimiento en 1912 por Ludwig Borchardt y su traslado subsiguiente a Alemania, junto con la documentación de la excavación, apoyan la legitimidad del busto como una reliquia de la era de Nefertiti.
A pesar de las continuas discusiones en ciertos círculos, la evidencia científica y el consenso general entre los egiptólogos y expertos en conservación de artefactos históricos favorecen la visión del busto como una obra genuina del período de Amarna. Este caso ilustra la crucial importancia de la investigación científica y la transparencia para esclarecer las dudas sobre la originalidad y la autenticidad de obras de arte históricas. Destaca, además, el papel de la tecnología moderna en profundizar nuestra comprensión y apreciación de las obras maestras antiguas, permitiendo una mayor apreciación de su valor e historia.
La Dama de Elche
La Dama de Elche, descubierta en 1897, es una de las figuras más enigmáticas y representativas del arte íbero, cuya originalidad ha sido objeto de discusión pero ampliamente aceptada por la comunidad científica. Este busto, que destaca por su compleja elaboración y el detallado trabajo que simula joyería y vestimenta, ha generado debates debido a su excepcional conservación y el misterio que rodea su función original. A pesar de las especulaciones, análisis detallados han confirmado que los materiales y técnicas empleados en su creación son consistentes con otros artefactos íberos, reforzando la teoría de su autenticidad y proporcionando valiosa información sobre las prácticas artísticas de la península ibérica en el siglo V a.C.
La historia de la Dama de Elche, incluida su salida temporal de España y su posterior retorno, ha añadido capas de complejidad a su estudio y percepción pública. Hoy en día, resguardada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, sigue siendo un símbolo cultural de gran importancia y un foco de investigación académica. La continua exploración y análisis de esta obra no solo enriquecen nuestro entendimiento del arte y la sociedad íberos, sino que también subrayan la importancia de la conservación y estudio científico en el esclarecimiento de los misterios que rodean a las obras maestras del pasado, poniendo fin a lo que muchas veces son debates malintencionados sobre la autenticidad y originalidad de algunas obras de arte.
La máscara de Tutankamón
La máscara funeraria de Tutankamón (expuesta en el Gran Museo Egipcio de El Cairo), una de las reliquias más célebres y simbólicas del antiguo Egipto, ha sido objeto de admiración y estudio desde su hallazgo en 1922.
A pesar de su reconocida conexión con el joven faraón, algunos egiptólogos han planteado la posibilidad de que la máscara no fue originalmente concebida para Tutankamón. Basándose en análisis detallados de las inscripciones, los estilos artísticos y las técnicas de fabricación, sugieren que podría haber sido adaptada de una pieza previamente destinada a otro miembro de la realeza. Estas teorías se apoyan en particularidades como alteraciones en los cartuchos con el nombre de Tutankamón y diferencias estilísticas que podrían indicar un origen anterior al reinado del faraón.
No obstante, la comunidad académica sigue debatiendo estas hipótesis, sin alcanzar un consenso definitivo. La mayoría de los expertos continúan viendo la máscara como un objeto diseñado específicamente para Tutankamón, enfatizando su significado cultural y espiritual único para el faraón y su tiempo. Este debate no solo subraya la complejidad de la historia y la arqueología egipcias, sino que también refleja el fascinante proceso de descubrimiento y reinterpretación que acompaña a los tesoros del antiguo Egipto, manteniendo vivo el interés por su estudio e investigación.






